Kingdom Hospital y la "Suspensión de la Incredulidad"

La “Suspensión de la Incredulidad”, es un concepto que no debería aplicarse al género fantástico. Y la mayoría de las veces, tampoco al género del Horror. Porque en estos casos, el espectador deja la realidad fuera. Cuando entras a ver “El Señor de los Anillos”, jamás te preguntas “¿y porqué no se suben al águila desde el principio y tiran el puto anillo al volcán en el minuto 30 de metraje?” (aunque el hecho de se vea de lo más factible que un viejo y un enano viajen en un águila, es un claro ejemplo de el concepto en sí). En este tipo de casos, estás dentro de la historia, y las reglas de la física quedan fuera.

Hay casos en los que intentan jugar con esto. Una historia aparentemente normal, atada a las leyes de la realidad, llega a un punto de inflexión en el que pasa a ser una locura con vampiros o con hombres Lobo. Pero el espectador ya sabe qué va a ver y ya lo espera desde el principio. Además, este tipo de historias tienen un montón de lugares comunes que nos emplazan a olvidarnos de la vida real: nieblas extrañas, locales tenebrosos, sexo demasiado fácil…

Pero hay veces que intentan hacer la fantasía creíble. Lo fantástico se ata a reglas realistas, para que el espectador crea posible lo que está viendo. Es en ese punto donde puede haber tres posibilidades:

1.- El hecho fantástico es tan “posible” que no deja dudas, y no pensamos en su posible falsedad. Suele venir acompañado de creencias sociales, culturales o religiosas.

2.- Lo fantástico está al límite de lo posible. Está claro que es fantasía, pero se puede poner en marcha la suspensión de la incredulidad como sutil intento de acabar de ver la película sin que la conciencia te repita una y otra vez “pero esto qué es!!!?”

3.- El tercer caso es “Kingdom Hospital”. La paradoja entre la realidad y la fantasía en esta mini serie de Lars Von Trier adaptada a gustos americanos por Stephen King, llega a límites en los que mi cerebro entonaba una triste melodía a dos sierras, de esas que se tocan con un arco de violonchelo. La suspensión de la incredulidad murió poco después del minuto 20 del primer capítulo y dicha muerte (implosión) venía de la mano de un oso hormiguero parlante.

Y eso que esa idea del monstruoso guardián de la muerte peludo, malinterpretado por los ojos inocentes de una niña, me parecía perfecta, y me la hubiera tragado hasta el fondo, pero los pasillos de ese hospital se habían empeñado en hacerme levantar la ceja izquierda. Un atajo de imitadores del Agente Cooper de “Twin Peaks” bailaban entre operaciones, resurrecciones, fantasmas, imágenes aterradoras y muchas más cosas de las que una persona normal puede llegar a asimilar. Demasiada información pseudo científica, surrealista, y fantástica en general, para poder asimilarlo a un sistema de la realidad aceptable.

Y a pesar de todo me lo pasé muy bien. Absurdo que es uno.

Un gran par de cojones, los de King por atreverse con esa burrada (a ver si veo “The Kingdom” de Von Trier y comparo), por ensayar (una vez más) un final para la saga de la “Torre Oscura” (esa cola Nozz-A- La empieza a parecer por todos lados), y sobretodo por revivir el accidente que casi le mata en los primeros minutos del primer capítulo. Espeluznante.

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