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lunes

sobre el arte frío y fantasmagórico de un simple cartel publicitario



Mucho tiempo atrás, había en esta casa una sección intermitente por necesidad y convencimiento que analizaba los carteles de cine que me removían por dentro, o me decían algo. Allí se habló de maravillosos carteles polacos, de la deliciosa maldad y sencillez punzante de los de Hostel, del arte de la metáfora de la poco poética Human Centipede 2, también sobre todos los de Sitges, por supuesto, y de las normas escritas sobre su diseño para ciertas distribuidoras.

No era una sección fija por razones evidentes, pero había quedado olvidada, más por pereza, que por falta de verdadero arte en el mundo publicitario.

Pero hoy he visto el cartel Parasite, la nueva producción del director coreano Bong Joon-ho, que vuelve aquí a trabajar con su actor fetiche Song Kang-ho en una película de la que de momento no se absolutamente nada. En cuanto acabe de escribir estas líneas visitaré su trailer, pero no estoy ahora aquí para hablar de ella, si no de su cartel.

parasite


Es maravilloso. Una imagen que evoca decenas de historias, mórbidas, fantasmagóricas, de crimen y de violencia, con un aura de irrealidad, de cosas que no deben ser, como esa roca en manos del joven en el quicio de la puerta, como esas piernas que no aparecen en el reflejo, como esas iluminación natural pero gélida, de cielo azul apartado, y de sol extraño, y de sombras extrañas, con ese tepee absurdo, y ese edificio de lineas rectísimas y sobrias, de interminables verticales y horizontales, reforzando la sensación de elegancia y lujo que transmite ese césped cortado al milímetro y que transmiten los personajes, anonimizados, unos en blanco, otros en negro, evocando a un crimen, quizás el de esa mujer blanquísima de la que sólo vemos las piernas, posiblemente crimen, incluso posiblemente mujer.

Y sólo es un primer vistazo. Un mundo en el que perderse.







yume

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