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martes

Domicile conjugal

dc



Y la deuda de “Antoine et Colette”
Yasujiro Ozu. 3 de 5.


Pequeño homenaje al cine de Ozu por parte de Truffaut. A lo mejor porque su película plantea un choque entre culturas. Estimado lector, la reflexión a continuación está cogida con pinzas.

En los films de Ozu existe un latente conflicto entre unas tradiciones orientales que poco a poco se van perdiendo por la rápida influencia de la cultura occidental. Ozu filma preocupación, dudas y preguntas.

Truffaut presenta en “Domicile conjugal” un doble choque: el de Antoine/Kyoko y el de Antoine/Mr. Max. Existiría tal vez un tercer conflicto, el de Kyoko/Mr. Max, pero como en la película no está desarrollado, sería insensato por mi parte hablar de él.

Antoine Duhamel compone una marcha nupcial transfigurada. Parece predecir que la relación matrimonial entre Antoine y Christine será más o menos como un thriller. Y no estaba equivocado.

La música siempre ha estado unida a la vida de Antoine, delata su estado de ánimo e introduce al espectador en el tono del film que va a visionar.

Antoine se ha convertido en un seductor al que no le interesa seducir y en un egoísta que parece inconsciente de su inconsciencia. Francia es ahora una tierra de morosos (Jaques) y una vecindad de hipócritas (comportamiento frente al artista anónimo).

Abro un pequeño paréntesis porque tras leer lo escrito hasta ahora, me doy cuenta de que si Truffaut (según mi teoría de las pinzas) homenajea a Ozu, también hace lo suyo con Tati y con Resnais. Insensato de mí. Cierro el pequeño paréntesis.

Antoine parece, cada vez más, un personaje que vive en el limbo, egoísta empedernido, no duda en registrar a su hijo con un nombre que Christine no aprueba. No pienso justificar tan deplorable (aunque divertida) acción, pero la realidad es que cuando Antoine pasea de regreso a casa después de discutir con Christine en la habitación del hospital, uno no puede evitar sentirse triste por el hecho de que Antoine no tiene a ningún amigo o familiar al cuál comentarle el nacimiento de su hijo. Debe conformarse con charlar durante instantes, con cualquier transeúnte (Jaques) que se cruce por su camino.

La ventana del piso que comparten Antoine y Christine sería suficiente testigo de los dos momentos de la relación de pareja: el primero es de complicidad, de juego, de chiste (la pasta de dientes), el segundo muestra un problema de inmadurez por parte de Antoine y a una enfurecida Christine (Antoine ha olvidado comprar comida).

La chispa que encendía el fuego entre Antoine y Christine está casi apagada. Eso hace que Antoine quede fascinado con los encantos de la japonesa. Lo que pasa es que la culpa de que dicha chispa esté en su estado actual es del mismo Antoine, incapaz de ver un muro a un metro de distancia.

Lo que es peor es Antoine sigue el dicho ese que versa: un clavo saca otro clavo. Lo que pasa es ambos no dejan de ser clavos, y sin duda, el primer clavo estuvo mejor situado que el segundo.

La panda de hipócritas charlan con el artista una vez que se han dado cuenta que es artista. Curioso, el actor en su función recita las célebres frases de “El año pasado en Marienbad”, da igual si el espectador conoce o no la película de Resnais, el actor sale por la televisión y eso es suficiente. Este pequeño homenaje a Resnais lo es también para mi amada Marguerite Duras o Chris Marker, la otra orilla del Senna nunca tuvo la misma publicidad que los Cahiers. Pero la historia pone a cada uno en su lugar y, más allá de eso, nada más bello que sea el mismo Truffaut el que les haga este sentido y pequeño homenaje/cameo.

Antoine, cada vez te vuelves más tridimensional, empiezan a desarrollarse aspectos de tu personalidad que intuíamos años antes. De martes a sábado te das cuenta que tu relación con la japonesa no funcionará, pero un domingo, cuando quieres volver con Christine es ya demasiado tarde. Aún así intentas justificar lo injustificable. Antoine, no dices la verdad. Llega la fuga del amor.

dc_p



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marc2_1

1 comentario :

Anónimo dijo...

No tengo muy fresca la película (hace años que no la veo), pero según avanzaba por tu texto, me fueron llegando flashes de cada escena que citas.

Según tu plateamiento, el homenaje a Ozu es evidente. Tampoco me extrañan las cita a Resnais o a Tati. Truffaut siempre se declaró admirador de éste último. El señor Hulot, disfuncional asocial a su pesar, es un autista dentro de una sociedad que no entiende ni le entiende.

Me agradó leer tu reseña, Marc.

Saludos.