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domingo

Sitges 2018: Halloween (John Carpenter, 1978)



halloween


Por Hombre Lobo

Este fin de semana he vuelto a ver Halloween (1978), y una vez más me digo a mí mismo: que grande es John Carpenter… La verdad es que de todos esos chicos superdotados de los 70, es (junto a Romero) el que sin duda se ha empecinado más en un género y un estilo propios, aunque algunas veces no le salga tan bien. Yo me he visto todas sus películas, y creo que la única razón por la cual no es considerado uno de los grandes genios del cine es porque sus historias casi nunca cierran de una manera tan interesante como abren. Curiosamente, esta de la que hablo es una de las más sencillas, y la única exenta de toda polémica: casi todos piensan que es buenísima.

Hoy en día sus preceptos resultan un cliché, pero en su momento Halloween fue algo realmente innovador. El término slasher film no vendría sino después, pero no hay duda de que comenzó con esta primera aventura del asesino Michael Myers, que generaría decenas de imitadores y nueve secuelas hasta la fecha (con una décima estrenándose justo ahora), todas las cuales no hacen sino evidenciar aún más lo excelente que es la primera, algo que prácticamente surgió de la nada: en aquel entonces John Carpenter no era famoso, pero ya gozaba de cierto prestigio en determinados círculos con su película Asalto al precinto 13 (1976), que gozó de un mayor éxito fuera de los Estados Unidos. El tipo hizo lo que mejor sabía hacer: reclutar a sus amigos y reunir presupuesto a como diera lugar, en ese estilo de cine guerrillero que engrosó las listas del género durante los 70 y 80. La idea era hacer una película sobre niñeras que eran asesinadas una por una, hasta que alguien decidió que estuviera ambientada en la Noche de Brujas. Así se hizo, y el resto ya es historia del cine.

Hasta el cinéfilo más ignorante (o sea, yo) se da cuenta de que Halloween debe sus principales influencias a la obra de Alfred Hitchcock. Son numerosas las referencias a Psicosis (1960), desde el nombre de uno de los protagonistas (Sam Loomis) hasta la elección de la debutante Jamie Lee Curtis para el papel principal: su madre, Janet Leigh, había sido aquella rubia apuñalada en la ducha del famoso Motel Bates. El resto del elenco era de completos desconocidos, lo cual al final resultó en una ventaja (dicen que Halloween es una de las primeras películas donde los adolescentes realmente parecían adolescentes). John Carpenter buscó crear entonces el suspenso de una historia tan básica (el asesino Michael Myers que escapa de un manicomio y regresa a la casa de su niñez matando a todo aquel que se le atraviese) a través de un ambiente cuidado hasta el último detalle y un trabajo de cámara formidable, que todavía se considera como uno de los mejores manejos de steady-cam que se pueden ver hoy en día. Curiosamente, la película logra su cometido con poco más, ya que el gore es mínimo y los muertos pueden contarse con los dedos de una mano. La música (cuyo tema principal es harto conocido), sin embargo, no ha soportado tan bien el avance del tiempo, porque al cabo de un rato resulta repetitiva y monótona.

Pero quien realmente se luce en esta película es el personaje de Michael Myers, el asesino silencioso de la máscara blanca (*) y la mirada vacía. Todavía faltaba mucho para que se convirtiera en uno de los rostros más reconocibles del cine de terror, pero ya se notaba que la profundidad de este personaje estaba, paradójicamente, en su simplicidad, ya que sus orígenes no son sobrenaturales, sino meramente psicológicos: Michael Myers busca ser la maldad en estado puro, borrar completamente su persona. Por eso es que, incluso siendo niño (en la escena inicial) no puede matar sin llevar la máscara puesta. En cuanto al resto de los personajes, su archienemigo el doctor Loomis es quien tiene las mejores líneas, diálogos proféticos más propios de un científico loco que de un racional hombre de ciencia. En lo que se refiere a Laurie Strode, la eterna perseguida de Myers, resulta la víctima por antonomasia de este tipo de cine, la “virgen en apuros", un modelo de heroína que sería explotado hasta el cansancio.

Aún después de haber visto a todos sus imitadores, es bueno darse una pasada de vez en cuando por esta película, no solamente en cuanto a su valor histórico para el género de terror, sino porque representa un ejemplo más de un estilo de cine cada vez más raro. Absolutamente recomendable.

(*) Durante años me pregunté de quién eran los rasgos de esa máscara. Según los extras del DVD, resulta que son los de William Shatner: al parecer, Carpenter y su equipo querían comprar la máscara más barata que pudieran encontrar. Resultó ser una del capitán Kirk de Star Trek, a la cual agrandaron los agujeros de los ojos y pintaron completamente de blanco. Ya decía yo que me recordaba a alguien.



yume

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