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viernes

desde sitges 2011... (I)

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Jueves 6


Boro in the Box
(Bertrand Mandico, 2011)
boro in the box Cortometraje de los que se pueden denominar como matadores. A pesar de que tanto el tema como las metáforas que utiliza puedan resultar interesantes, sólo por su extremada pretencisidad y por su desafortunado formato (narrar la historia del protagonista a través de letras del abecedario) durante 40 larguísimos minutos, se acaba convirtiendo en una sucesión de anécdotas de vida al límite de lo insufrible. Lamento que sin duda haya afectado a la película que la acompañaba.



La Mujer del Eternauta
(Adán Aliaga, 2011)
eternauta (con la presencia del director)
Lo que debería haber sido un interesantísimo documental, se ve lastado por el corto (más bien mediometraje) que lo acompañaba, y, por qué no?, por su incapacidad de centrarse en el tema, y sumirse en divagaciones visuales y circunloquios que no parecen tener ganas de explicar la historia. Y es que la biografía del dibujante de El Eternauta podía haber sido un tema muy interesante del que partir para narrar el horror de la dictadura argentina, pudiendo jugar con la clara doble lectura del cómic, pero se entretiene demasiado con naderías costumbristas. o al menos lo hace en los primeros minutos de metraje, ya que el compañero Lasmarías y un servidor nos rendimos durante una escena de discusión doméstica sobre pan de molde y frigoríficos. Me han comentado que después se encarrila, pero para nosotros ha sido un arranque de festival decepcionante.


Murder Farm (Bettina Oberli, 2009)
murder farm (con la presencia de la directora)
Cruda y violenta en cada una de sus escenas, todos los planos, todas las líneas de guión y cada encuadre del paisaje parecen diseñadas para herir al espectador. Y es que la historia lo merece: una pequeña comunidad es testigo silencioso de el terrible asesinato de de una familia en su propia granja. Años después, una joven vuelve al pueblo por el funeral de su madre y su sola presencia desencadena que todos los habitantes se liberen de las ataduras autoimpuestas e intenten descubrir al culpable. La mujer como desencadenante inconsciente (a ella no le importa quién lo hizo) es una figura interesante, pero en ocasiones la película peca de simpleza al poner en marcha la catarsis a través de conversaciones forzadas y fuera de lugar. En su formato y argumento, tiene muchos puntos en común con La Cinta Blanca, a pesar de que carece de su clasicismo y está claramente narrada desde un punto de vista femenino que le añade varias capas sentimentales de las que carece la película de Haneke.

En definitiva, película dura y sin concesiones para una noche inuaugural de Sitges en la que no tenía nada que perder. En otra ocasión quizá me hubiera interesado más, o no.


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