
Lunes 10
Harakiri (Takashi Miike, 2011)
Clásica hasta la radicalidad, este último, adjetivo que se aplica a todo lo que hace Miike. Pero tan clásica y formal, tanto, que es imposible encontrar rastros de su autoría. Lo único que señala al director es que Harakiri es un melodrama de excelente factura, estático y sosegado, pero que alcanza puntos de extremo dramatismo. Que no de extrema violencia. Por eso encaja tan bien en la tradición folletinesca y repetitiva tan propia del cine clásico japones, pero queda muy lejos de los destellos de genialidad que tenía su obra anterior, de similares intenciones, 13 Asesinos. Y quizá el punto discordante sea que en aquella si que había pinceladas de cine moderno, y en esta que nos ocupa no asoma por ningún lado. Ni siquiera el 3D ayuda para nada, ya que si lo habitual es que sea una técnica inútil a nivel cinematográfico, en Harakiri lo es hasta a niveles expresivos: como cine clásico, estático y teatral que pretende ser, sus sets no están iluminados para un rodaje en tres dimensiones (es decir, no se preocupan por marcar los contrastes entre capas, y no remarcan los perfiles de los personajes para crear profundidad), con lo que ponerse las gafas polarizadas sólo provocaba oscurecer de manera terrible la película, y en los planos de interiores, este hecho llegaba a límites ridículos. En cuanto a la película en sí, es correcta, si acaso algo larga, pero es un buen puñetazo en la mesa de Miike contra aquellos que señalaban al director como excentricidad dentro de la industria.
Bellflower (Evan Glodell, 2011)
Apocalipsis interior. De eso trata Bellflower, de cómo unos jóvenes se preparan para un fin del mundo que no esperan, y que no se prevée cercano. Pero lo hacen desde la vertiente molona, la del cinéfilo fetichista con ansias de presumir. Y es que Woodrow y Aiden dedican toda su exiatencia a prepararse a lo Mel Gibson en Mad Max: pretenden construir un lanzallamas y adaptarse el coche para que sea como el del policía en la primera película de la serie. Pero cuando su misión avanza a mejor ritmo, se cruza una chica en sus vidas que pone del revés sus pretensiones. Esta cinta tiene muchos puntos interesantes, partiendo de su fotografía saturada y con mucho ruido (emulando que ya si estuvieran en pleno fin del mundo), hasta un montaje entrecortado y redundante que le da un toque onírico y fantástico muy interesante. Otro punto que destaca es el personaje principal, cuya evolución a tipo duro y sanguinario se desencadena al mismo tiempo que la disolución de todas las relaciones personales. Ser el director, el guionista, el protagonista y realizar semejante cierre catártico a una relación personal fallida, tiene que molar, y mucho.
(con la presencia de la directora)
Innecesaria, tópica, mediocre, y más viniendo de la directora de American Psycho. Pero lo peor es que también firma el guión de esta nueva adaptación del mito vampírico de Carmilla. Voy a ser como la directora y no intentaré ser original ni sorprendente: esta película abraza toditos los clichés del cine vampírico. Al menos los de Stephenie Meyer brillan en algo.
REM (Javier Ferreiro y María Sosa Betancor, 2011)
Excelente cortometraje lleno de misterio y miedo a lo desconocido. Tres personajes se dejan llevar por lo irracional porque creen que es la única salida de una situación que no comprenden. Y el espectador tampoco lo hace, y se tiene que dejar llevar por los sueños de dos niñas narcolépticas atrapadas en ese bosque tan gélido. Todos (los personajes y los espectadores), atrapados por esas ramas y ese horror incomprensible, avocados al desastre o la liberación. O ambos a la vez.
Meat (Victor Nieuwenhuijs y Maartje Seyferth, 2010)

(con la presencia de los directores)

Fantasías perversas, carne de comer y de poseer, y un alucinado periplo por la alteridad. Meat no engaña y ofrece lo que muestra su cartel sexo en cadena de montaje, y esta pareja de directores holandeses puede que pretendan realizar una crítica de la sociedad de consumo rápido, pero también puede que sea una crítica a la explotación sexual. La cosa es que era tarde, estaba cansado, y lo sórdido de la escenografía y ese duo protagonista que se convierte en uno me perturbó lo suficiente para que no acabara de encontrarle la gracia.
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