Hace la barbaridad de 10 años de aquel Festival de Sitges del 2001 que anunciaba a bombo y platillo la presencia de Kevin Smith para presentar la película Jay y Bob el Silencioso Contraatacan. Como joven fan irredento del director y de sus comedias, creo que fue el año que menos me costó elegir qué película tenía ver, sí o sí. Fue el año de Avalon y Battle Royale (que pude disfrutar en aquel certamen), pero también fue el año de Donnie Darko, Millenium Actress, Jeepers Creepers, Kairo, Metropolis, Session 9 o Mullholand Drive. Así que imaginen el éxito de crítica (que no de convocatoria) del tito Smith.
Finalmente, en aquella larguísima cola del Auditori, con el consabido retraso que nos hacía temer por la pérdida del último tren hacia Barcelona, nos enteramos que Kevin no iba a estar presente, y que tenía que ver con la ya entonces repetida excusa del Miedo a nuevos ataques terroristas. El Festival nos compensó un poco, que no mucho, con un gorrito bastante feo con el título de la película con la tipografía de Star Wars. Era un émulo del gorro de Jay, pero en versión cutre (era básicamente una gorra de béisbol sin visera) y si soy sincero creo que aún debe andar por casa de mis padres. Nunca se me ocurrió ponérmela.
Ninguno de mis amigos que estaban en aquella cola buscaban un Kevin Smith alejado de la comedia, y pocos de los que llenamos la sala pensaban en cómo sería una película “seria” del director de Persiguiendo a Amy. Y es que, en aquel entonces, yo ya había tenido bastante seriedad con ese medio tono cómico de Dogma, y sólo buscaba una vuelta a los orígenes. Y no fue hasta años después cuando me di cuenta que su deriva de géneros empezó con la metapelícula que presenciamos aquella noche.
Y ahora, después de pasar incluso por comedias de policías, el tito Kevin nos entrega Red State. Y bueno, parece muchas cosas menos una película de Kevin Smith. Y eso no debería ser malo por defecto, pero es difícil lucirse en algo cuando ya hay maestros que se ocupan de ello. Por ejemplo, y es lo más evidente: La estética, la fotografía, el tipo de rodaje, y las principales lineas argumentales recuerdan a Rob Zombie. Al maestro Zombie. Y no es que el músico/director inventara nada, pero sí es cierto que el vuelco a “cine de autor” que ha dado el horror de serie B tiene una gran deuda con Los Renegados del Diablo.
Y luego está el segundo pilar de la cinta de Smith, que es la crítica más o menos explícita a la trinidad Sexo, Religión, y Política (así divide en los títulos de crédito a los actores), que queda algo (por ser bondadoso) confusa y en tierra de nadie.
Vale. Acepto que llevo muchas películas y empieza a espesarse mi cerebro. Concedo que igual estoy muy equivocado...
Y entonces llega el último punto destacado, y es la ausencia de cualquier toque Smith identificable. No me sirven las palabrotas, no me sirven los chistes sobre sexo, y no estoy hablando de meter una serie de tics de dirección como marca de la casa (no, sr. Uve Boll, vd. tampoco tiene toque). Es en cosas como ésta cuando debo reconocerle a un viejo amigo que él está ganando la batalla: aún le queda mucho a Kevin Smith para poder ser llamado un “autor”
Finalmente, en aquella larguísima cola del Auditori, con el consabido retraso que nos hacía temer por la pérdida del último tren hacia Barcelona, nos enteramos que Kevin no iba a estar presente, y que tenía que ver con la ya entonces repetida excusa del Miedo a nuevos ataques terroristas. El Festival nos compensó un poco, que no mucho, con un gorrito bastante feo con el título de la película con la tipografía de Star Wars. Era un émulo del gorro de Jay, pero en versión cutre (era básicamente una gorra de béisbol sin visera) y si soy sincero creo que aún debe andar por casa de mis padres. Nunca se me ocurrió ponérmela.
Ninguno de mis amigos que estaban en aquella cola buscaban un Kevin Smith alejado de la comedia, y pocos de los que llenamos la sala pensaban en cómo sería una película “seria” del director de Persiguiendo a Amy. Y es que, en aquel entonces, yo ya había tenido bastante seriedad con ese medio tono cómico de Dogma, y sólo buscaba una vuelta a los orígenes. Y no fue hasta años después cuando me di cuenta que su deriva de géneros empezó con la metapelícula que presenciamos aquella noche.
Y ahora, después de pasar incluso por comedias de policías, el tito Kevin nos entrega Red State. Y bueno, parece muchas cosas menos una película de Kevin Smith. Y eso no debería ser malo por defecto, pero es difícil lucirse en algo cuando ya hay maestros que se ocupan de ello. Por ejemplo, y es lo más evidente: La estética, la fotografía, el tipo de rodaje, y las principales lineas argumentales recuerdan a Rob Zombie. Al maestro Zombie. Y no es que el músico/director inventara nada, pero sí es cierto que el vuelco a “cine de autor” que ha dado el horror de serie B tiene una gran deuda con Los Renegados del Diablo.
Y luego está el segundo pilar de la cinta de Smith, que es la crítica más o menos explícita a la trinidad Sexo, Religión, y Política (así divide en los títulos de crédito a los actores), que queda algo (por ser bondadoso) confusa y en tierra de nadie.
Vale. Acepto que llevo muchas películas y empieza a espesarse mi cerebro. Concedo que igual estoy muy equivocado...
Y entonces llega el último punto destacado, y es la ausencia de cualquier toque Smith identificable. No me sirven las palabrotas, no me sirven los chistes sobre sexo, y no estoy hablando de meter una serie de tics de dirección como marca de la casa (no, sr. Uve Boll, vd. tampoco tiene toque). Es en cosas como ésta cuando debo reconocerle a un viejo amigo que él está ganando la batalla: aún le queda mucho a Kevin Smith para poder ser llamado un “autor”
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