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lunes

Sitges 2018: Mandy (Panos Cosmatos, 2018)



Mandy


Por Ricardo Riera

Una de las más mencionadas durante el año, y una que despertó opiniones encontradas allí donde pasó, está claro que Mandy (2018) no es una película para todo el mundo; si bien por un lado este segundo largometraje del director Panos Cosmatos cuenta una historia de amor y venganza sumamente sencilla y lineal, lo hace a través de un despliegue de locura estética que resulta de todo menos convencional y que termina siendo la verdadera alma de la película muy por encima de elementos sin duda alguna disfrutables como la actuación de Nicolas Cage en su rol de leñador justiciero.

Una de las primeras pistas que se nos ofrecen acerca del carácter bizarro de esta película la tenemos en el momento en que Mandy (una maravillosa Andrea Riseborough con una presencia enigmática que impregna todo el metraje más allá de que sólo aparece en la primera mitad) aparece leyendo una novela pulp de fantasía, ya que la cinta es precisamente eso: una mezcla alocada de venganza, acción, fantasía oscura y violencia heavy metal en el que el líder de una secta invoca unos demonios motorizados y en la que Nicolas Cage forja su propia hacha para tomar su justa retribución contra el líder, la secta y los propios demonios, todo esto en medio de una fantasía simbolista y una fotografía de colores de neon que se convierte rápidamente en el aspecto más reconocible.

Ahora, lo cierto es que me pareció que estaba viendo un trabajo con dos mitades claramente diferenciadas: una primera mitad lírica y poética en la que (de nuevo) la presencia de la actriz que hace de Mandy se come absolutamente toda la pantalla, y como espectador quedamos hipnotizados ante esa belleza rota e indomable del personaje que da título a la película. Una vez que esta muere (en una escena que aunque poco gráfica resulta increíblemente cruel y dolorosa) la cinta parece cambiar completamente el tono y pasa a ser dominada por completo por el personaje de Nicolas Cage, quien transmite un aura de locura y animalidad a todo el resto del metraje y nos acompaña en un viaje fantástico a los infiernos que resulta muy disfrutable y catártico, pero en mi opinión menos interesante que ese lirismo de la primera mitad roto por la presencia invasora del culto de hippies psicópatas.

Con todo y eso, Mandy es una película tan rara que merece la pena atesorarla. Ha sido sin lugar a dudas uno de los más singulares trabajos que he visto en mucho tiempo, aunque me temo que su disfrute dependerá en gran medida de si el espectador se deja llevar o no por ese espíritu heavy metal de fantasía de poder. Visto lo visto, me han entrado ahora ganas de conseguir el primer trabajo como director de Panos Cosmatos, Beyond the Black Rainbow (2010), que me han dicho no desmerece para nada.



yume

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